miércoles, 2 de marzo de 2011

REPORTAJE INÉDITO: JORGE DREXLER

Por Jorge Nowens

“NO ES MI VOLUNTAD REPRESENTAR A URUGUAY”

Primavera de 2002. Un bar del pueblo de El Escorial, en la sierra madrileña. Era el tiempo de los triunfitos y España se sorprendía por la “invasión” argentina y se compadecía por los efectos mortales del “corralito”. Por aquel entonces yo era un inmigrante más, sin papeles, y Jorge Drexler ya era Jorge Drexler. Con seis discos en su haber y cantidad de letras y músicas en las gargantas de otros artistas de distintas partes del mundo. No era la súper estrella de la canción –ni falta que le hacía-, pero tampoco uno del montón. Con el descaro típico que impone la necesidad, –y también años de oficio en esto del periodismo- me las ingenié para conseguir su número de teléfono personal mangándolo a otros colegas de la prensa española. Y lo llamé. Desde un teléfono público, porque por no tener no tenía ni un móvil. Le dije que era corresponsal de medios argentinos –mentira piadosa- y que deseaba hacerle un reportaje. Me concedió la cita gracias en parte a mi acento rioplatense –me lo reconoció después- y en parte porque el tipo era así de sencillo, sin vueltas. Debo confesar que mi intención no sólo era generarme un ingreso con dicha entrevista, sino, y más importante, hacerle conocer mis canciones. Ninguna de estas cosas resultó como preveía. Pero la entrevista se realizó, y ahora, nueve años después, al reordenar mis viejos cassettes de maquetas y voces entrañables me encuentro que sigue intacta y espontánea como ayer. Y merece llegar a quienes admiran al artista, y la buena música.


Muchos jóvenes escuchan tu música, pero tus letras tienen una vuelta de tuerca poco común en el mercado joven actual, es más, pareciera que como en el futbol, en la música hubiese una fecha de caducidad para determinados géneros…


J.D.: Para mí un escritor de canciones es como un pintor, o un novelista. A nadie se le ocurre decir que a los cuarenta está terminado. Recién está empezando a dominar algunas técnicas. Yo tengo treinta y siete y recién ahora estoy empezando a dominar algunas cosas que tienen que ver con mi trabajo. Lo que sucede es que éste es un ámbito en donde hay tanto dinero, en el mundo de la canción, y hay un vértigo tan grande, un acceso tan rápido a determinado status económico y de popularidad, que la gente se quema también muy rápido, casi con la velocidad que se quema un futbolista. Hay una razón lógica para que un futbolista pierda competitividad a los treinta y seis, pero no para un cantante. Al revés, vas acumulando experiencias. Es cierto que el mercado del consumo masivo está dirigido a los jóvenes y si te interesa ese mercado, bien. Para mí no es lo importante. El mundo está lleno de gente, también gente joven e inteligente que puede entender algo que va más allá del paquete que se fabrica para enchufárselo a los adolescentes, como una marca de yogurt.

¿Qué ha cambiado en vos desde La luz que sabe robar a hoy, además del paisaje?

J.D.: El cambio de lugar creo ha sido lo más importante. En mi obra los ingredientes han sido casi siempre los mismos. Hay un porcentaje más o menos equivalente del candombe en mis seis discos. Una presencia de los ritmos ternarios, como la chacarera, el pericón, la zamba. A veces más y otras menos, pero siempre están ahí. Al igual que el pop. Lo que consideraba pop en Uruguay. Una sonoridad vinculada con el momento pues no me interesa mucho caer en la nostalgia sistemática. Me gusta mucho la música nueva, estoy bastante al día…

¿Qué te gusta de la música española actual?

J.D.: Me gustan pocas cosas, me refiero a la música española nueva en general. Lo que me más me interesa es la parte de raíz española. El flamenco y todos sus derivados. Creo que en estos momentos en España se vive un mimetismo atrasado. Se copian esquemas de producción y de sonido de hace quince años. Falta un montón de riesgo e innovación. Falta romper con los guetos. Tenés el gueto del rap por un lado, el gueto de la canción de autor que es muy cerrado, el del rock, el del rock latino, el de la música electrónica y el del flamenco, que también es muy cerrado. No interactúan entre sí.. En Uruguay el Candombe tenía su gueto también, hasta los años sesenta, era música de negros como el hip Hop en Estados Unidos, hasta que fue integrado por los músicos de rock y pop de entonces. Rubén Rada fue uno de ellos. En Argentina, por darte un ejemplo, tenés una banda como Bersuit (Vergarabat) que integra muchísimas corrientes musicales distintas, una muestra fiel de la diversidad regional. Aquí eso no es común. Y me cuesta acostumbrarme.

Pero hay más música que Bersuit en Argentina…

J.D.: Sucede que después de escuchar “El Estallido” (“Se viene”, Bersuit Vergarabat, “Libertinaje”, 1998) y después de lo que ocurrió en diciembre (2001, caída del gobierno de De la Rúa y debacle económica en general: comienzo del “corralito”) no me puedo sacar de la cabeza esa canción…

Bien, entonces saltamos a la otra orilla…

J.D.:
Bueno, vengo de ahí, de ese semillero. Me formé en esa estética. Fernando Cabrera, Eduardo Mateo que es la biblia de la música uruguaya. Y Jaime Ros que es Pelé. Jaime grabó un tema mío en su último disco, () lo cual es una satisfacción enorme para mí. Leo Maslíah es otro de los grandes y por supuesto: ¡Rada! (Rubén) a quien admiro mucho como cantante y como showman. Un tipo con un carisma increíble. Cuánto más en serio se lo toma él, me gusta más todavía…

Una de las cosas que más destacan de vos los críticos son tus letras ¿Escribís fuera de la canción?

J.D.: No; fuera de la música, no. Sí; escribo textos para otros artistas pero siempre a partir de una melodía. A veces hago adaptaciones, traducciones de canciones, como lo hice hace poco para Jovanotti (Giusepe) en Italia. También traduje al castellano temas de Meme Cherry, una cantante muy famosa en Londres. Para Miguel Ríos, unas canciones del portugués al español.

Miguel ha cantado temas tuyos…

J.D.: Sí; un par de canciones. Pero como te decía, aunque escriba letras para otros, como Ketama o Rosario (Flores) siempre es partir de la música.
Recién ahora estoy planteándome como un ejercicio empezar una canción desde el texto. Ya he musicalizado a algunos artistas como Pedro Guerra y Pablo Guerrero. Siempre me piden más textos que música, no sé porqué. Para mí una canción tiene que tener la misma proporción: cincuenta por ciento melodía, cincuenta por ciento letra. No hay, en mi opinión, un compuesto activo y un excipiente, como en los medicamentos: todo es compuesto activo.
Tamborero, es un tema que si escuchás por separado la música dice una cosa y la letra otra, es como una contradicción. Pero en conjunto expresa lo que pretendía. Hablar de la tradición con mucho cariño. Sin embargo la música de Tamborero no es tradicional: los tambores están en un cuarto plano, detrás de una batería muy dura, muy fría. Ahí utilicé elementos como el scratch de vinilo que es algo muy nuevo para nada tradicional. Yo creo que una tradición que no muta está muerta, pertenece a la museística. El candombe está vivo porque muta.

¿A cuál de tus canciones sentís que le debés más?¿Tenés alguna en especial, una preferida?


J.D.:
La verdad es que le debo cosas muy diferentes a todas. Ya llevo seis discos, lo que significa períodos diferentes de tu vida, en la que te han pasado muchas cosas. Por suerte no tengo que elegir una canción en especial. A mí me cuesta más describir las canciones que escribirlas. Y por supuesto me es mucho complicado aún tener que elegir entre uno de mis discos.

¿Crees que tu música representa a Uruguay?

J.D.:
Involuntariamente, sí. No es mi voluntad representar a Uruguay. No creo en las embajadas políticas, ni culturales. Primero: No creo en los países. Detalle muy importante que puede sonar raro. Quien escucha mis canciones ya lo sabe, un ejemplo: Frontera.

En tu concepción del mundo parece más llevadera la distancia. Me refiero a la nostalgia, y hasta la culpa que sienten algunos artistas que triunfan lejos de su tierra…

J.D.:
Culpa, no. No considero que haya nada malo. Siento pena. Allí en Uruguay están mis mejores amigos, mi familia, mi ciudad que sigue siendo Montevideo, a pesar que ya hace siete años que me marché. Yo me fui sin bronca. Cuando llegué a España en vez de trabajar de médico y hacer discos pagando, me puse a trabajar de músico, podía vivir de la música. Mi día a día fue levantarme, componer canciones y después ir al estudio a grabarlas. O ir a tocar en vivo. Eso me pareció un privilegio tan grande que dejé un montón de cosas allí, (Uruguay) con cierto sacrificio. Aunque vuelvo por lo menos tres veces al año.

¿Cómo es tu relación con los músicos uruguayos?

J.D.:
Muy buena en general. Soy un enamorado de la música uruguaya. Aunque no creo en los conceptos rotundos, si tuviese que definirme, si tengo que decir de dónde vengo, es de la música uruguaya. De esa genealogía, de ese sistema de postas que comienza con Alfredo Zitarroza, sigue en Eduardo Mateo, en Rubén rada, y confluyen en Jaime Ros. De esas vertientes del folclore y la música Beat. Vertientes que continúan en Fernando cabrera, Ruben Olivera y pasan por mí, y se extienden ahora a nuevas generaciones como la de mis hermanos, Diego y David, Martín Buscaglía y Samantha Navarro. Gente que está haciendo cosas muy interesantes.

¿Cómo te trata el público uruguayo?

J.D.: Allí es donde vendo más entradas y más discos, proporcionalmente hablando. Mis dos últimos fueron discos de oro (Frontera, 1999 y Sea, 2001). Y eso con lo difícil que están las cosas ahora, igual que en Argentina. En este momento casi no hay mercado por allá. La industria está quebrada al igual que el campo. Lo que hay es un pequeño escudo financiero con la guita (dinero) que se fugó de Argentina. Pero es solo un parche económico.

¿Qué proyectos tenés a futuro, musicalmente?

J.D.:
Honestamente, nada. Espero seguir haciendo canciones, tengo muchas cosas pendientes. Una de ellas recorrer el interior de Uruguay. Aunque parezca mentira conozco más el interior de Argentina que el de Uruguay. El interior tiene una personalidad muy definida a diferencia de las capitales que siempre están en el vaivén de las modas. Esa es una deuda que me gustaría saldar. No es que el interior de Uruguay me necesite, yo necesito del interior de Uruguay. Es un contacto con la región entera más que con el país.

En eso no hay muchas diferencias entre Argentina y Uruguay.

J.D.:
Casi ninguna. Para ver esas diferencias aquí en España con un paseo corto es suficiente. En unas horas para arriba o para abajo de Madrid basta para ver lo que cambia la gastronomía, el clima, el paisaje. Hay mucha más diferencia entre un andaluz y un catalán que entre un tipo de Paysandú (Uruguay) y uno de Neuquén (Argentina, a mil doscientos kilómetros de Buenos Aires). Son exactamente lo mismo desde un punto de vista social, cultural…(Jorge se queda pensativo y me suelta) ¿Sabés porqué respondí tan fácil a tu llamada a pesar de estar de vacaciones? Porque tengo una relación muy linda con Argentina. Me siento en deuda. Recibí mucho…y en estos momentos tan duros…(de Argentina). Yo sé cuál es la situación de un argentino en España. La cantidad enorme de inmigrantes que llegan cada día. Bueno, eso está en todos los periódicos. Uruguayos también, claro. Solo el año pasado (2001) se fueron de allí setenta mil personas, más gente que en la dictadura del setenta y cuatro.

Volviendo a la música. Hemos hablado de la de Uruguay, Argentina, España ¿Anglosajona?

J.D.: Me gusta muchas cosas: desde los Beatles a Beck. También Bjork, Neil Finn, (con doble n, me aclara) Ani Difranco. Todos me influyen de distinta manera. Mucho del sonido de mis últimos discos están basados en la visión del folclore que tiene Beck. El trabaja con el folclore norteaméricano, y es totalmente de allá en su forma de cantar, en la sonoridad de su guitarra. Su referencia al folclore más primitivo es ciento por ciento contemporáneo. Ve sus raíces con una lupa nueva. Los samplers, el sistema de collage digital…con los colores de raíz profunda: el banjo, la guitarra acústica y esa voz a lo Woody Guthrie. Inclusive muchas veces la temática de su obra. A mi me gusta eso. Me gusta la gente que respeta su tradición pero la toma como una entidad activa. Hay que meterse en la cama con la tradición, y llegado el momento si es necesario faltarle el respeto. Con todo respeto.

Romper las reglas…

J.D.: Claro, ninguna tradición responde a reglas. La milonga no surge de un sistema conceptual, intelectual, surge porque un tipo agarró la guitarra, que era un instrumento andaluz, lo mezcló con el horizonte de la Pampa, y con algunas sonoridades indígenas, y el resentimiento y la soledad del gaucho…

¿Te gusta el Tango?


J.D.:
Mucho y conozco poco, aunque parezca increíble. Me pasa lo mismo con el flamenco. Tangos he escuchado toda mi vida pero colateralmente. Ahora estoy participando en un proyecto de Gustavo Santaolalla (Músico argentino ganador de dos premios Oscar) que se llama Bajo Fondo y que establece un puente a lo Piazzolla, entre el tango y los sonidos actuales.

¿Qué lees? ¿Cuál es tu literatura predilecta?

J.D.: Ahora estoy abocado a cubrir algunas lagunas de formación. Yo soy una persona que vive de algo para lo que nunca se preparó. Vivo de la canción, pero por sobre todo de las letras. Y tengo una formación biológica, (se recibió de médico, y hasta ejerció como tal unos años en Uruguay) no humanística. Nunca leí a Proust, por ejemplo, ni a Joyce.

¿Borges?

J.D.:
Borges, sí.

¿Benedetti?

J.D.:
Lo leí bastante en una época, al igual que a Onetti. También a Cortázar. Mi preferido es Adolfo Bioy Casares. Actualmente estoy leyendo cosas que tienen que ver con la identidad cultural: Octavio Paz, El laberinto de la soledad, a Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la Pampa, un libro ácido, muy duro, escéptico, pero con una lucidez y una visión de la realidad regional impresionante. Ah, y a Caetano Veloso, verdad tropical.

¿Poetas?

J.D.:
No soy un lector sistemático de nada. Leo mucho por períodos y dejo de leer del mismo modo. Me gustan Vicente Huidobro, Oliverio Girondo; estuve años en un taller de poesía y ahí era cuando más leía a Neruda, Vallejo, Machado, Lorca...Si me preguntás que textos me gustan dentro de la canción, Sabina para mí es el mejor letrista en castellano que conozco. Por supuesto Serrat, cuanto más atrás en la historia, aún mejor. Sabina, cuánto más adelante. Al revés. Kiko veneno y Javier Ruibal, me gustan mucho. Y en inglés: Leonard Cohen, Bob Dylan…

¿En lo inmediato?

J.D.: Terminar el estudio que estoy armando en mi casa y ponerme a jugar. Me encanta maquetar, experimentar con el sonido. Crear bandas sonoras, como hice en “Botín de guerra”, una película sobre las Abuelas de Plaza de Mayo. La compuse toda en mi casa. Me interesa el trabajo con ordenadores, la tecnología aplicada. Tengo la suerte de vivir de algo que me gusta y que muchas veces tiene algo de juego.

Por último: Gardel ¿es uruguayo o argentino?

J.D.: (Da un respingo) ¡Uruguayo! Mi madre es de Tacuarembó, y allí todo el mundo sabe la historia. Gardel era hijo natural de un personaje muy conocido, se sabe quiénes eran sus hermanos, sus medio hermanos…Pero Uruguay se portó mal con él, trató de conseguir un reconocimiento de la sociedad de Tacuarembó y de su familia, y nunca lo obtuvo.

¿Y el Tango?


J.D.: De las dos orillas. Aún así su nombre está relacionado con Cuba. Mirá, por ejemplo, el famoso “cajón flamenco”, viene de Perú. Es un instrumento afro peruano.

SE PERMITE LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE ESTE REPORTAJE CITANDO LA FUENTE Y EL AUTOR DE LA ENTREVISTA.
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